El monasterio benedictino de San Pelayo,
conocido popularmente como el monasterio de las pelayas, es uno de los
monumentos más importantes del barroco en Oviedo. Proviene la
construcción original de época medieval, fundado bajo la advocación de
San Juan Bautista, probablemente del siglo X, con el patrocinio de
Teresa Ansúrez, viuda de Sancho el Gordo de León. Otras versiones lo
consideran fundado por Alfonso II y dedicado inicialmente a San Juan
Bautista de las Dueñas. En todo caso, la advocación de San Pelayo la
obtiene debido al traslado de las reliquias del santo, enviadas a Oviedo
en el año 994 para mantenerlas lejos de la influencia musulmana.
Durante los siglos XVI y XVII el monumento renueva su estructura. Los
primeros autores de esta renovación son los maestros Melchor de Velasco y
su padre Bartolomé, que renuevan claustro, dormitorios, locutorio,
cocina... y cuya obra principal es la torre del monasterio. El período
1582-1604 ve la reconstrucción de su iglesia. A pesar de la fuerte
renovación, Velasco debe abandonar el monasterio de San Pelayo sin haber
terminado la obra, puesto que le reclamaban en Galicia para otros
asuntos de mayor importancia. Por ello, las monjas suscriben otro
contrato, esta vez con el maestro Francisco de Cubas, desconociéndose
hasta qué punto la versión definitiva de la traza del monasterio se debe
a uno o a otro arquitecto. Finalmente se culmina en el año 1650 con la
construcción de las torres. Previamente, en 1590 Leonardo de la Cajiga
reconstruye la iglesia. En 1694, los maestros Gregorio Roza, Francisco
de la Riva y Gaspar Ladrón de Guevara comenzaron una nueva fase de
reformas que afectó a las fachadas exteriores. La última fase de la
reforma del monasterio que se llevó a cabo en el barroco y que nos
ofrece el aspecto actual del monasterio comenzó en 1703 con la
construcción de la vicaría con su imponente fachada, las habitaciones
para los vicarios y un nuevo vestíbulo para el monasterio.
Las
monjas benedictinas conocidas como las pelayas, ocupan un convento de
clausura que cuenta con mil años de existencia, un notable fondo
documental y que en la actualidad sirve como Archivo Histórico
Provincial. En su archivo se pueden encontrar los fondos de los
monasterios de San Bartolomé de Nava, Santa María de Villamayor, San
Vicente y Santa María de la Vega, junto a abundantes objetos y reliquias
que pasaron a formar del convento.
La iglesia fue construida entre
los años 1592 y 1600, es de planta sencilla, una sola nave carente de
capillas. La fachada está construida con sillares perfectamente
escuadrados y formada por tres puertas con molduras. Sobre ésta se
coloca una hornacina con la figura en piedra de San Pelayo y un rosetón
acristalado. En 1703 se diseñó la fachada de la Vicaría, basándose en
los palacios barrocos, por obra de Fray Pedro de Cardeña. La planta baja
se organiza con tres grandes arcos entre columnas toscanas exentas, que
sustentan los balcones de la primera planta, balconadas decoradas con
molduras de orejas entre columnas jónicas. En la segunda planta se
colocan los escudos de la orden benedictina, por debajo del escudo real,
que se sitúa en un destacado ático bajo frontón curvo y entre dos
columnas corintias. El claustro tiene tres alturas que le convierten en
una construcción maciza con cierto aire de monumental. Al igual que la
iglesia, el claustro se sustenta en pilares y columnas de orden toscano.
En el siglo XVII se sustituyó la antigua torre campanario por una nueva
torre rematada con una flecha de tracería gótica, que reproduce en
menor tamaño, la verticalidad de la torre de la Catedral.
El lugar
donde se encuentra enclavado, es probablemente la parcela de terreno más
antigua de Oviedo, en la que se halla también la Catedral de Oviedo y
el donde estuvo situado el ya desaparecido Monasterio de San Vicente.
Durante los conflictos bélicos de 1934 se descubrió, tras un muro
gótico parte de la construcción medieval: la cripta, debajo de la actual
nave central de la iglesia, de unos seis metros cuadrados es un recinto
cerrado cuyo origen probablemente sea prerrománico y cuya función no se
ha podido determinar. También se hallaron una columna datada en el
siglo IX y un capitel de estilo ramirense. Se llevó a cabo una
reconstrucción tras los destrozos del 34, y se descubrieron dos arcos
iconográficos con representación iconográfica en sus capiteles del
primer periodo del prerrománico, que se suponen son parte del pórtico de
una estancia funeraria.
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