Levante
Los
fātas o antiguos
funcionarios califales, de origen europeo y servil, se hicieron dueños,
a la caída del califato, de las provincias de al-Andalus que se
extendían a lo largo de la costa este de la Península, el
Šarq al-Andalus, o Levante. Estas
tierras, de clima suave y próspera agricultura, no habían
conocido anteriormente un gran desarrollo urbano, a excepción de Murcia,
y la culturización producida por la llegada de las élites
cordobesas fue muy sensible. Hubo, con un gran desarrollo urbanístico,
un despertar a la cultura árabe, hasta entonces fenómeno lejano
de la Bética, tanto más cuanto los más conspicuos
intelectuales de la corte siguieron a los grandes
fātas en su aventura
taifal.
Así, los primeros nombres que suenan en tierras levantinas
son los de los poetas cordobeses como
āid de Bagdad o Ibn Darrāŷ
al-Qa
alli. Ya vimos
cómo una de las más perfectas casidas neoclásicas de este
último poeta había sido compuesta, en Valencia, en honor de los
dos
fātas que
compartían el poder en esta ciudad. La presencia cultural cordobesa
continúa en Valencia cuando se convierte en rey de la misma
‘Abd al-‘Azīz, nieto de Almanzor.
Algo muy parecido sucede en el vecino reino de Denia, donde su
soberano, Muŷāhid, cultísimo militar de origen
seguramente sardo, aunque educado en Córdoba, acoge a importantes
intelectuales cordobeses. En esta taifa la poesía será fruta
madura, ya que Muŷāhid no es proclive a los poetas y prefiere a
los filólogos, ulemas y prosistas, porque, filólogo él
mismo, cree que los poetas no utilizan las palabras con propiedad. Ante la
figura de Ibn Darrāŷ guarda un respetuoso silencio,
—98→
cuando el anciano poeta recita ante él una solemne casida
en la que hace referencia a Muyŷāhid como marino, ya que con sus naves
conquistó las islas Baleares y Cerdeña, y que comienza
así:
|
Pero cuando los poetas no tenían la categoría de
Ibn Darrāŷ,
eran objeto de su desprecio. Un día se le presentó Abū
‘Alī Idrīs ibn al Yamānī de Ibiza, isla famosa por sus sabinas, y le
recitó, mientras el emir se dedicaba a tirarse de unos pelillos que
tenía en la mejilla ante el farragoso estilo del poeta balear, lo
siguiente:
Cuando terminó el poema, Muŷāhid le arrebató el papel en el que
estaba escrito, se lo llevó a la nariz, lo olió y
tapándose la nariz con los dedos, dijo: «
Tu poema huele a sabina»
Su sucesor
‘Alī ibn Muŷāhid (1045-1076), aunque no aparece como tal
crítico con los poetas, tampoco tiene una corte poética a su
alrededor. Los poetas denienses como Ibn al-Labbāna ya citados pertenecen
a la
tercera generación taifal y la conquista de Denia por los hudíes
de Zaragoza les lleva a exiliarse de su patria y hacer florecer su
poesía en otras tierras. No es solamente el caso de Ibn al-Labbāna: el filósofo,
científico, médico, botánico y musicólogo Abū-l-
alt
(1067-1134), nacido en Denia y emigrado a Sevilla, será poeta en las
lejanas tierras de Egipto y Túnez.
Parecida situación se da en Murcia, pues ya hemos visto el
caso de Ibn Wa
būn,
poeta en la corte de Al-Mu‘tamid. Parece que hay que esperar al siglo
XII para encontrar muchos excelentes poetas en esta tierra.
La excepción se encuentra más al sur, en tierras
levantinas de lo que hoy es Andalucía, en Almería, pues cuando
acceden al poder los Banū Sumādi
, un familia de origen árabe, tras el
dominio de los
fātas Jayrān y Zuhayr, en el
año 1041, alrededor del rey al-Mu‘ta
im, se produce una pequeña corte
poética. Curiosamente la mayor parte de los poetas, exceptuados los
príncipes de la familia real, son de origen granadino, huidos del
ambiente poco favorable para la literatura árabe que ofrecía la
corte de los bereberes ziríes de Granada, donde el único poeta
que había podido sobrevivir fue Abū Is
āq de Elvira, el alfaquí de
corazón de esparto.94 Así, son poetas en Almería Ibn
addād de Guadix (m. 1087), enamorado de una
doncella cristiana,o al-
umaysir de Elvira, uno de los pocos
poetas andalusíes especializados en poemas de tipo ascético o
zuhdiyyāt, como muestra el
siguiente poema:
Al-Mu‘ta
im, rey de Almería (m. 1091), es, como
al-Mu‘tamid,
un rey poeta, aunque no tiene la brillantez del sevillano, al que posiblemente
envidió un tanto. Tiene algunas imágenes bellas como:
|
[Traducción de S. Gibert]. |
Más interés como poetas tienen sus hijos Rafī‘l-Dawla, Abū
Ŷa‘far,
‘Izz al-Dawla y Umm al-Kirām, esta última
una mujer, de la que se conservan un par de versos, pero tal vez sus poemas no
hubiesen sido conocidos si no fuera por su condición de
príncipes.
Pero este
Šarq al-Andalus o Levante se redime de
no ser poéticamente la Sevilla oncena con el mejor poeta modernista de
al-Andalus, Ibn JafāŶa de Alcira (1058-1139). La vida de
este poeta de la ribera del Júcar no tiene el dramatismo de las de Ibn
Zaydūn,
al-Mu‘tamid o
Ibn
‘Ammār. El acontecimiento más importante de
su vida fue su encuentro, yendo de viaje con Ibn Wa
būn de Murcia, entre
Almería y Lorca, con un destacamento de caballeros cristianos que les
atacaron y mataron al poeta murciano, pero Ibn Jafāŷa
logró huir (1091). Rico hacendado, no necesitó ir en busca de
mecenas de una corte en otra, ni en época de los reyes de taifas, ni de
los almorávides, aunque hizo algunos viajes y escribió algunos
panegíricos. Es, pues, su poesía y solamente su poesía lo
que le hace atravesar los siglos hasta nosotros.
Se le ha llamado el poeta «jardinero» porque su
poesía en este género poético alcanzó la más
extraordinaria calidad, pero en realidad su sentimiento de la naturaleza
desborda el marco del jardín y las flores, de forma que la poesía
que describe, la naturaleza se llamará, en al-Andalus, de estilo
jafāŷyi,
haciendo referencia a su apellido.
Es difícil analizar el secreto poético de Ibn
Jafāŷa,
especialmente cuando las muestras de su poesía han de leerse en una
traducción que ha perdido la belleza de las figuras de lenguaje
utilizado por el poeta como sus delicadísimas aliteraciones. Desde las
imágenes del pensamiento,
desde las comparaciones y todo
tipo de metáforas, podemos decir que realiza un encadenamiento sutil, de
forma que cada imagen lleva la connotación de otras muchas. Así,
cuando nos describe un jardín, vemos una sonrisa, un ejército en
marcha, el vino en su copa de cristal y a un caballo alazán, como en la
siguiente
raw
iyyat, que acaba con la
aparición de un bello joven:
|
Como hemos dicho, Ibn Jafāŷa es algo más que un
especialista en
raw
iyyāt. Un ejemplo
podría ser el poema cinegético que traducimos
a
continuación y en el que ha logrado reproducir todo el colorismo y
dinamismo de una cacería:
|
La visión antropológica de la naturaleza lleva a
Ibn Jafāŷa a
personificar una montaña como interlocutor de una serie de pensamientos
ascéticos. Así, sin dejar de ser el poeta de la naturaleza,
penetra en el género de las
zuhdiyyāt de una forma
originalísima, tanto como en el tema: la poesía árabe
medieval había olvidado las montañas como tema
poético:
|
La poesía de al-Andalus había alcanzado su cumbre
con esta montaña. Ya no volverá a subir a estas alturas. Ibn
al-Zaqqāq de
Valencia (m. 1134), sobrino y discípulo de Ibn Jafāŷa,
tal vez por su prematura muerte sólo reproduce de su tío la
belleza formal como en el poema:
|
[Traducción de E. García Gómez]. |
Si en las tierras de al-Andalus que recibían primero el
sol floreció la poesía, no fue menos en las tierras del occidente
donde se ocultaba, pero tal vez, en un paralelismo con el fenómeno
astral, esta poesía no va a ser tan luminosa.
Si el Levante fue conocido por
Šarq al-Andalus, el occidente lleva
también el nombre geográfico correspondiente: Garb al-Andalus, u
oeste de al-Andalus, nombre que perdura aún hoy en el sur de Portugal,
en el Algarve.
En esta zona sudoccidental, los poetas estuvieron bajo la
influencia estelar de Sevilla, pues los pequeños reinos del Algarve
fueron incorporados a esta taifa por al-Mu‘ta
id. Así, el mejor de sus poetas en esta
época fue Ibn
‘Ammār de Silves. Pero las tierras centrales de lo
que es hoy Portugal y la Extremadura española formaron el reino de
taifas de Badajoz, que conservó su autonomía hasta la conquista
de los almorávides con la dinastía de los Banu Af
as o aftasíes.
Estos soberanos, de lejano origen bereber, se distinguieron de las otras
dinastías de este origen étnico más o menos lejano como
Granada y Toledo por gustar, cultivar y proteger la literatura.
La corte de Badajoz tuvo también un poeta modernista, Ibn
āra de Santarén (m. 1123), del que ya
mencionamos un poema sobre la berenjena, pero su poesía resulta muy
artificiosa frente a la maestría de Ibn Jafāŷa.
Por ejemplo, Ibn
āra describe así un naranjo:
|
[Traducción de E. García Gómez]. |
La descripción del naranjo y su fruto en Ibn Jafāŷa,
utilizando los mismo procedimientos, es decir, metamorfoseando las naranjas en
piedras preciosas, resulta superior, sin términos pedantescos:
—106→
|
Unos personajes curiosos, al menos por su apellido romance que
significa «vuelvo la cabeza», son los hermanos Qab
urnu, Abū Bakr (m. 1126), Abū-l-
asan y
Abū Mu
ammad, los dos
últimos muertos en fecha desconocida. Los tres eran poetas de tipo
modernista y se nos ha conservado un poema hecho por los tres al
alimón.
Los tres hermanos habían estado bebiendo juntos hasta que
el sueño les venció. Al amanecer, se despertó primero
Abū Mu
ammad, que le dijo en
verso a su hermano Abū Bakr:
|
Despabilado, Abū Bakr recitó al tercer hermano
aún durmiente, Abū-l-
asan:
|
Despertose Abū-l-
asan y dijo:
|
El hedonismo de los Banū Qab
urnu no fue interrumpido por la caída
de Badajoz en poder de los almorávides, mientras otro poeta, Ibn
‘Abdūn de Évora (m. 1126), entonaba un
lúgubre treno por la caída de los reyes de taifas en general y de
los aftasíes en particular.
Este género, el treno -rita o
martiya en árabe- ya tiene unas
características propias en esta época, tanto desde el punto de
vista formal con el uso de anáforas que le asemejan a una
letanía, como desde el punto de vista temático con el
leitmotiv del
ubi sunt o dónde fueron los
pueblos y grandes hombres que vivieron en el pasado y luego desaparecieron. El
treno de Ibn
‘Abbūn ofrece todas estas características,
pero la enumeración de personajes de la antigüedad que
desaparecieron como lo habían hecho los reyes de taifas le convierte en
una especie de enciclopedia erudita en verso. El mejor elogio fúnebre de
la época dorada de los reinos de taifas lo realizó otro
contemporáneo de Ibn
‘Abdūn y originario de las tierras del occidente de
al-Andalus: Ibn Bassām de Santarén, al escribir una
antología crítica de la literatura que se había producido
en el siglo de oro de al-Andalus: el siglo de las taifas.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/literatura-hispanoarabe--0/html/ff53f93e-82b1-11df-acc7-002185ce6064_33.html
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