Miembro de la aristocracia veneciana, firmó como músico dilettante un gran número de composiciones vocales e instrumentales.
Hombre de leyes, compositor y poeta veneziano, en sus obras musicales frecuentemente firma como «Patrizio Veneto».
A pesar de estudiar música con Antonio Lotti y con Francesco
Gasparini, Marcello fue influenciado fuertemente por su padre para
seguir la carrera de Leyes.
Así combinó su actividad en el campo del derecho y la magistratura con la musical.
En 1711 fue miembro del Consejo de los Cuarenta, gobierno central de
Venecia. Ocupó diversos cargos en el servicio público en Italia y cuando
falleció el Papa decretó un día especial de duelo en su honor.
Era el hermano más joven del también compositor y dilettante
Alessandro Marcello, pero dedicó más tiempo que éste a la composición, y
escribió obras escénicas y música eclesiástica, así como varias obras
corales y vocales de carácter profano.
La aristocrática familia Marcello ya no podía vivir sólo de sus
rentas, por lo que tanto Benedetto como sus otros dos hermanos
desempeñaron tareas dentro de la administración y con ese objetivo
estudiaron derecho.
Pese a que Alessandro y Benedetto demostraron desde un principio un
sorprendente talento para la música, no se consideraba honorable que un
aristócrata pudiera hacer de la música una profesión.
La muerte de su padre en 1707 abrió un periodo de distensión para
ambos, pero también supuso el inicio de rivalidades, tal vez celos y
disputas, que fueron en aumento durante el resto de sus días.
La primera obra publicada por Benedetto “los conciertos a 5” nos
orienta sobre una estética conservadora por la frecuente utilización de
modelos contrapuntísticos e imitativos, en contraposición con el nuevo
modelo expresivo de Vivaldi basado en un melodismo virtuosístico de
claro hedonismo sonoro.
Desde entonces, Marcello manifestará su hostilidad hacia las nuevas corrientes.
El catálogo musical de Marcello es inmenso.
Russomanno en un momento dado se pregunta “No sabemos con qué esmero
atendió Marcello las ocupaciones diarias de su trabajo de magistrado,
pero lo cierto es que esto no le impedió escribir nada menos que
quinientas cantatas (además de las misas, las serenatas, los interludios
escénicos, las obras instrumentales…)”.
Su obra cumbre fue la publicación del “Estro poetico-armonico”
(1724-1727), una colección musical en ocho volúmenes, para voces y bajo
continuo de los primeros cincuenta Salmos, con texto en italiano de
Giustiniani.
En base a esta colección, que le trajo fama internacional, y a las
siguientes que compuso, Marcello debe ser considerado uno de los más
importantes músicos de su generación.
Fue contemporáneo de Antonio Vivaldi en Venecia, y su música tiene un aire vivaldiano.
Escribió oratorios, obras escénicas, duetos, sonatas, conciertos, sinfonías y más de 400 cantatas.
Se trata de creaciones imaginativas y progresistas, incorporando tanto aspectos del contrapunto como del estilo galante.
Tales obras fueron aclamadas ampliamente en su época tanto por las
autoridades eclesiásticas como por sus colegas y fueron interpretadas en
toda Europa.
Incluso compuso una Ópera titulada «La Fede riconosciuta» (La Fe
reconocida), que él mismo produjo en Vicenza en 1702. De acuerdo con sus
escritos, tenía poca afinidad por este estilo de composición.
También ejerció la actividad literaria; las letras ocupaban entonces
un nivel de reconocimiento superior al de la música, encontrando más
gratificaciones en los círculos aristocráticos.
En 1728 se casó en secreto con su alumna Rosanna Scalfi, ya que las
leyes de entonces en Venecia no permitían las uniones entre patricios y
plebeyos. Y en 1730 fue enviado a Pola como «Provveditore» (gobernador
de distrito).
El clima de Istria afectó su salud, así que en 1738 se traslada a
Brescia, en calidad de «Camarlengo», ciudad donde finalmente fallece,
tuberculoso, al año siguiente.
El melodrama en Venecia, lejos de quedar restringido a un círculo
selecto, entra en una dimensión pública cuando cualquier espectador
puede asistir a la representación, previo pago de una entrada.
Empresarios, músicos, cantantes y escenógrafos buscaban y ofrecían
nuevos y atractivos motivos que suscitaran el interés del público, e
intentaban al mismo tiempo que todo ello fuera rentable.
No pocos empresarios fracasaron en el intento, si bien siempre había
otros dispuestos a probar fortuna, aunque fuera reduciendo costes.
Russomanno nos describe con detalle las vicisitudes del teatro San
Angelo, para el que Vivadi escribió dieciocho óperas y entre cuyos
propietarios estaba la familia Marcello.
El comportamiento en el interior de las salas hoy sería calificado
de desastroso: la obligatoriedad de las máscaras, ciertas transgresiones
en los palcos, charlas, comidas, juegos de azar… y una escucha de tipo
selectivo encaminada a silbar o a vitorear a los virtuosos.
A causa de las frecuentes guerras contra los turcos, la economía de
Venecia estaba en su momento más bajo, no obstante el brillo de una vida
cultural y social radiante que era la admiración de cualquier
extranjero a la búsqueda de belleza, placer y diversión.
Marcello publicó sus opiniones sobre la situación del drama musical
de su tiempo en el panfleto satírico «Teatro alla moda», publicado
anónimamente en Venecia en 1720.
Este pequeño trabajo, que es frecuentemente reimpreso, es muy valioso como contribución a la historia de la ópera.
IL TEATRO ALLA MODA, (el teatro a la moda) es una obra de estilo
satírico, que constituye un testimonio único sobre el fascinante mundo
del melodrama barroco, en el que Marcello se mete con la práctica
operística de la época.
El libro, por su carácter ameno, irónico y humorístico tuvo una
notable difusión, con un elevado número de reimpresiones. Para ello
utiliza el método de recomendar aquello que él considera que no se debe
hacer.
A los poetas, que ni lean a los clásicos ni tengan conocimiento alguno de métrica.
No deberá el poeta moderno esforzarse mucho en el estilo del drama,
considerando que debe ser escuchado y entendido por la muchedumbre.
Si algún personaje por necesidad de la Ópera tuviese poco papel, le
añadirá de inmediato aquello que pida el virtuoso o su protector.
Si la métrica de las arias no le gustase al maestro de música, la
cambiará inmediatamente, introduciendo también en las arias a gusto del
mismo, vientos, tormentas, nieblas, sirocos, levante griego, tramontana,
etc.
A los compositores de música, que no distingan el sentido de la
oración gramatical y que sirvan a los empresarios por un bajísimo
precio, considerando lo que cuestan los virtuosos.
No deberá el moderno compositor de música poseer conocimiento alguno de las reglas de la buena composición.
A tal efecto por tanto, sabrá leer poco, aún menos escribir y en
consecuencia, no entenderá la lengua latina por más que deba componer
para la iglesia, donde podrá introducir zarabandas, gigas, correntes,
etc., a las que llamará luego fugas, cánones, contrapuntos dobles, etc.
Por lo que respecta al teatro no entenderá el moderno maestro de música nada de poesía.
No distinguirá el sentido de la oración: ni las sílabas largas o breves, ni el carácter de la escena etc.
Cuando el cantante llega a la cadencia, el maestro de capilla
moderno hará parar a todos los instrumentos; dejando al virtuoso/a la
decisión de demorarse cuanto les plazca.
Todas las canzonette [arias] deberán estar formadas de las mismas
cosas, esto es, de adornos larguísimos, de síncopas, de semitonos, de
alteraciones de sílabas, de repeticiones de palabras que no significan
nada por ejemplo, amor amor, imperio imperio, Europa Europa, furores
furores, orgullo orgullo, etc.; por eso el compositor moderno siempre
deberá, cuando compone la ópera tener ante sus ojos una nota o
inventario de todas las cosas antes dichas, sin algunas de las cuales no
terminará nunca ninguna Arieta [aria], y eso para huir todo lo posible
de la variedad, que ya no está en uso.
A los cantantes, que no aprendan nunca a solfear, afinar, ir a
tiempo y procuren que no se les entienda ni una palabra de lo que
cantan; la virtuosa moderna hará cadencias de siete leguas y se
lamentará siempre del papel que le ha correspondido.
A los empresarios, que no posean conocimiento alguno de las cosas pertenecientes al teatro, como música, poesía, pintura, etc.
Siguen otros capítulos, aconsejando a los bailarines, a los cantantes
cómicos, a los sastres, a los comparsas, a los apuntadores, a los
copistas, a los abogados y protectores del teatro, al público, a los
vendedores de entradas… incluso a las madres de las virtuosas, que es
uno de los apartados más agudos y graciosos del libro.
Por último, sorprende que algunas de estas conductas criticables hayan llegado a nuestros días sin perder vigencia.
El texto está lleno de ironía, los vicios que critica reflejan la situación de la ópera en su época.
Nos encontramos frente a un libro tan interesante como singular, que
ha ido divulgándose sobre todo por el método del boca a oreja.
El prólogo es un amplio y brillante estudio introductorio del
musicólogo Stefano Russomanno, destinado a profundizar en el contexto
del teatro veneciano a principios del XVIII.
Benedetto Marcello fue testigo privilegiado del esplendor operístico que se vivió en la Venecia de su tiempo.
En El teatro a la moda su estilo satírico proporciona una imagen
nítida y viva de los verdaderos protagonistas del mismo (cantantes,
empresarios, compositores…), aunque Marcello opta por ofrecernos un
retrato “al revés”, es decir, amplificando sus defectos y enormidades
para producir un resultado irónico, ameno y abiertamente humorístico.
El libro es una oportunidad única para conocer las peculiaridades de
la ópera barroca desde una doble óptica musical y sociológica.
Aporta las claves necesarias para entender el contexto en el que
nacieron las agudas diatribas de un libro que, casi tres siglos después,
no ha perdido un ápice de actualidad.
http://www.musicaantigua.com/musica-de-benedetto-marcello-uno-de-los-mas-destacados-compositores-italianos-del-xviii/
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