Una
rápida mirada al retrato de Heinrich Schütz (1585-1672) nos sirve para
adivinar la melancolía y la tristeza que rodeó la vida de tan insigne
maestro. Efectivamente, la vida de Schütz no fue un regazo de alegrías y
placeres sino un cúmulo de tristezas y desgracias que sin duda modelaron
la personalidad del maestro y condicionaron su creación musical. Nacido
en Köstricht (Turingia) en 1585 y tras un inicio musical a la sombra de
Morizt de Hesse, viajó a Venecia donde contactaría y trabajaría a la
sombra de uno de los maestros más significativos de la cristiandad latina
de la época: Giovanni Gabrieli, de quien fue su alumno favorito. Bajo la
protección y enseñanza de Gabrieli y la majestuosidad de la música
creada por este insigne italiano, Schütz vivió una parte de sus más
intensos años desde la perspectiva musical (1609-1613). Posteriormente
regresaría Italia una década después interesado por las tendencias
musicales que estaba popularizando Claudio Monteverdi donde, además,
contactó con Alessandro Grandi, vicemaestre de la capilla ducal.
Su vida musical
se desarrollaría básicamente en Dresde, aunque se sabe de algunas
estancias cortas en otros países como es el caso de Dinamarca. En dicha
ciudad alemana pudo poner de manifiesto la impronta de la fastuosidad
dejada por Gabrieli y el dramatismo monteverdiano. Ambas particularidades
de la música de Schütz son fácilmente perceptibles en la música
compuesta años después. Sin embargo, lo más interesante de la música
de Schütz es la facilidad con la que conjuga retazos de los viejos
estilos aprendidos en Venecia y las nuevas tendencias que se impondrán en
la totalidad de la música europea del siglo XVII. En este sentido, fue
uno de los últimos representantes de los viejos estilos dominantes
durante el Renacimiento fusionados con las tendencias alemanas y un
innovador en las formas musicales que comenzaban a imponerse por la
totalidad de Europa.
Para hablar de
Schütz no tendríamos espacio suficiente y quizá tendríamos que
dedicarle varios trabajos, pero si hay una característica que define al
autor y la totalidad de su obra es su grandiosidad y profundidad. Y es que
hablar de Schütz es hacer referencia directa a una de las tres “S”
que abrieron el camino del cambio en la música alemana del siglo XVII, y
cuyo testigo recogió J.S. Bach. Nos referimos a los contemporáneos suyos
Samuel Scheidt y J. Hermann Schein, de los que fue amigo personal.
Efectivamente,
las influencias italianas están presentes en las obras de sus primeras
etapas compositivas. De entre ellas podemos destacar la colección de
madrigales (Opus Primum), impresa en 1611 e incluso los famosos Salmos de David,
compuestos con motivo de su matrimonio en 1619. Tampoco podemos olvidar
las Symphoniae Sacrae (1629) y Cantiones Sacrae (1628). No son menos
importantes esas mismas influencias en la música compuesta para grandes
celebraciones religiosas o políticas. Es ahí donde precisamente el
estilo italiano heredado de su maestro Gabrieli estuvo siempre presente.
Esta realidad se manifiesta con esplendor en la Historia de la Natividad
compuesta en 1664. En dicha composición la técnica veneciana se
materializa en la división de coros, conocidos como Cori
Spezzati, de cantantes e instrumentistas, así como un tratamiento
madrigalístico en el que se conjuga la monodia habitual del siglo XVII y
el contrapunto.
Por otro lado,
tampoco podemos olvidar que fue uno de los maestros precursores del estilo
musical alemán al conjugar las influencias italianas de las que hablamos
y mostrar una personalidad muy definida en la música creada. Ello se
refleja con claridad en la selección de voces y especialmente de
instrumentos que acompañan a los grupos de voces.
Sin embargo, no
nos interesa tanto la definición técnica de su obra, pues ya existe una
amplia y completa bibliografía al respecto, como la personalidad que se
esconde tras la grandiosa producción musical, que sólo ha sido
considerada por los especialistas (estudiosos e intérpretes) en estos últimos
años. Schütz fue una persona bien tratada y arropada en el plano
profesional, pero sufrió en su persona los avatares de un duro siglo XVII
en el que las guerras, epidemias y enfermedades, acompañadas de duras
hambrunas fueron realidades cotidianas. Sirva como ejemplo que durante su
dilatada vida vio morir a su mujer (1625) y a sus dos hijas (1638 y 1635).
La muerte y el sufrimiento fue una eterna compañera suya.
La realidad política
y socioeconómica que rodeó a la vida del maestro Schütz fue
determinante en la conformación de una personalidad endurecida por las
circunstancias que tuvo que vivir, sin embargo, ello lejos de ser un
elemento que condicionara su producción musical, la reforzó
poderosamente, de ahí la profundidad, la grandeza y la transparencia de
sus composiciones. Schütz, como el resto de los hombres y mujeres del
siglo XVII acostumbrados a vivir con la trilogía del terror, aprendieron
a vivir con el significado de lo esencial que no es más que aquello que
la muerte no puede arrebatar, lo que queda, lo que permanece, de lo
eterno. Es quizá dentro de este contexto histórico en el que podemos
entender la creación musical de un compositor sin igual.
http://filomusica.com/filo8/cdm.html
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